El primer invitado que nos acompaña este verano es Javier Peña. Un escritor de vocación, que en 2015 comenzó su recorrido literario con su primer libro Infelices, publicado por Blackie Books. Esta historia de un grupo de infelices parte de muchas de sus vivencias como escritor de discursos políticos, entre otras facetas importantes de su vida.
Javier es un autor sincero, inteligente y humilde que pone el resto en cada una de sus novelas, siempre con su toque de humor negro gallego, como él mismo nos hace saber.
Es un placer para nosotros presentaros esta charla tan interesante de la mano del autor de Agnes, su último libro, que nos seguirá sorprendiendo, sin ninguna duda, con su literatura de calidad hasta contar ocho y medio.
Libros de Javier Peña:
- Infelices (Blackie Books, 2019)
- Agnes (Blackie Books, 2021)
ENTREVISTA
P.- (N.D.) ¿Qué significa para ti ser escritor?
R.- Bueno, significa cumplir el sueño que he tenido toda la vida. Desde muy pequeño quise escribir. Yo era muy lector de niño y realmente cuando llegó la adolescencia y tuve que escoger una carrera aposté por el periodismo pensando que eso me iba a acercar a ese sueño de escribir. Realmente luego en la práctica me di cuenta de que nada tiene menos que ver con escribir novelas que el periodismo.

Creo que es algo, que en mi generación por lo menos, hacíamos mucho: lo de ir a periodismo porque nos gustaba escribir. Así que, durante muchos años, desde que acabé la carrera a los veintiún años hasta que escribí Infelices, mi primera novela, que se publicó cuando ya tenía casi cuarenta o estaba apunto de cumplir cuarenta, tuve ese sueño como hibernando. Y, al final, por una serie de casualidades y el azar, que es algo que a mí siempre me ha interesado mucho y en mis novelas tengo muy presente, acabé siendo escritor cuando menos lo esperaba.
Entonces, supone cumplir ese sueño de toda la vida, de la infancia.
P.- (A.D.) La verdad es que es complicado cumplir ese sueño de la infancia cuando ha pasado tanto tiempo. Siempre vas creciendo y los caminos de la vida son muy diferentes a cómo uno lo piensa o se lo imagina cuando es pequeño.
R.- Sí, lo complicado creo que es no tirar la toalla, seguir intentándolo. Y realmente cuando escribí Infelices tenía treinta y seis cuando lo escribí, fue un proceso largo de publicación. Y realmente fue porque necesitaba escribirlo, digamos que fue como una terapia. Yo siempre digo que el psicólogo es muy caro. Pues en vez de ir al psicólogo, me ponía a escribir. Esas eran mis sesiones.
Realmente lo raro fue que la escribiera. Y después es muy difícil entrar en el mundo editorial actual, pero también es cierto que las cosas se han simplificado para los escritores con respecto a hace quince años, igual que cuando yo acabé la carrera.
Ahora hay muchísimas más editoriales, hay fórmulas de autoedición, condición, etc. Es más sencillo, en ese sentido, llegar a estar publicado. Iba a decir llegar a la librerías, pero eso es más difícil. Se publica mucho, pero en librerías es más complicado estar. Pero, bueno, digamos que ahora se han multiplicado las oportunidades para los escritores.
P.- (A.D.) Hablando de las oportunidades, a nosotros nos gusta mucho la casa que te publica: Blackie Books. Y creemos que es una editorial con un potencial impresionante, además tiene un buen hueco en el mercado. ¿Cómo fue el día en el que recibiste esa oferta de Blackie por Infelices?
R.- La verdad es que fue algo curioso. Es una historia que siempre me gusta contar, porque siempre me gusta pensar en ella por lo que os decía del azar.
Yo escribí Infelices estando en la Xunta como asesor político. Probablemente me preguntéis de eso, porque todo el mundo me pregunta (risas). Yo escribía discursos para políticos y estaba muy a disgusto, realmente era infeliz. De hecho, mi mujer me decía: si no solucionas esto, tomas una decisión, vas a caer en una depresión.
Aparte yo me mantenía en la Xunta con un poco de cordura y lleno a trabajar porque trabajaba junto a mi mejor amiga, estábamos en una pequeña oficina, gabinete. Y mi mejor amiga estaba enferma de cáncer en ese momento. Entonces, para mí es un golpe casi decisivo y mi rabia y desazón la demuestro, como os decía antes, escribiendo.
Pero escribo para mí. Por un lado, por esa infelicidad y por otro lado porque me pasaba todo el día escribiendo discursos para conselleiros. En este caso, para una conselleira con la que no comulgaba en absoluto, que me parecía una persona nefasta. Y yo tenía que meterme todos los días en su cabeza y pensar cómo hablaría ella, cómo diría ella esas cosas. Para mí era una sensación de alienación tremenda. Yo llegaba un momento a casa que ya no sabía si era yo, era la conselleira. Porque si es alguien con quien tienes afinidad, bueno, no es algo tan malo. Pero cuando es completamente opuesto a ti, es muy duro.
También eso me ayudó a obligarme a escribir, a decir: voy a sacar mi voz propia en una novela. Entonces, con esas dos ideas: la de sacar mi voz propia más la infelicidad, escribí esta novela, pero no tenía intención de publicarla. Simplemente acabé de escribirla y se la di a leer a tres personas: a mi mujer, a esta amiga que enfermó de cáncer y que falleció hace casi cuatro años ya, y otra tercera amiga. Eran como las personas más cercanas
Después de que yo lo enviara a algunas editoriales, recibiera algunas negativas y otras la mayor parte ni siquiera me contestaran, ya pensé en guardarla en un cajón, porque tampoco tenía mayor intención. Estas tres amigas me dijeron: tienes que publicarlo. Ya os digo que yo no tenía intención. Yo lo intenté con estas editoriales, pero como no recibí respuesta, pues la iba a guardar en un cajón y seguir con mi vida y buscarme una salida de la Xunta, pero otra distinta.
Pues esta tercera amiga, un día, estaba tomando una caña con unos amigos suyos con los que yo no tenía ninguna relación, y resulta que estos amigos me dicen vente a comer a nuestra casa, que vienen nuestros primos. Y mi amiga les dice: no, no, que tengo comida en casa, se va a echar a perder. Al final, fue. Y que fuera allí, me cambió la vida, porque la sentaron con la prima y le dijo: «oye, ¿a qué te dedicas?» Y le dice: «soy agente literaria», y dice: «hombre, pues yo tengo un amigo que tiene una novela». Dices: «que me la mande, porque estoy empezando y lo estoy leyendo todo».
Se la mandé, a los tres días me dijo: «me encanta, quiero representarla y sé quién quiero que la publique. Quiero que la publique Blackie Books». Y fue un proceso no muy largo, para lo que suelen ser estos procesos. La envió y a los tres meses tuvimos una respuesta de Blackie interesándose por ella, luego hubo una negociación. Imaginaos, el proceso comenzó en abril/mayo, cuando se la envió por primera vez, y en septiembre llegamos a un acuerdo y fue cuando me hizo la llamada.
Realmente, por una parte pienso que si mi amiga se hubiese ido a comer a su casa, mi vida habría cambiado por completo y esas cosas me fascinan. Veo en el fondo de vuestra librería que tenéis El libro de las ilusiones de Paul Auster, este autor que siempre se considera el escritor del azar. Pues a mí me gusta mucho también en mis novelas experimentar el azar, cómo las decisiones de los otros pueden muchas veces cambiar la vida, una cosa tan pequeña.
Y con respecto a la llamada de Blackie, pasó lo siguiente. En junio/julio ellos se interesaron por la novela, le preguntaron a mi agente si ya la había vendido. Es verdad que teníamos otra oferta de una editorial importante. Les dijo que teníamos esa oferta, pero nos gustaba más Blackie, porque desde el principio, era lo que queríamos y donde creíamos que encajaba. Y en Blackie, bueno, estaban pensándoselo, no se acababan de lanzar.
Entonces, en julio mi agente les dijo: «oye, ¿qué pasa con esto?», y les dijo: «pues que nos lo estamos pensando, ahora viene el verano, en agosto cerramos, y en septiembre os damos una respuesta». Para mí fue un agosto larguísimo, porque yo ya me había hecho la ilusión. Después de pensar: no la voy a publicar, en ese momento ya sí pensaba en que la iba a publicar.
«Cuando te dicen ¿estás sentado?, es que te van a dar una buena noticia. Y recuerdo que me dijo eso, que Blackie había apostado por ella, y en ese momento fue una de las mejores noticias de mi vida. »
Javier Peña
Y yo que soy gallego y soy pesimista al máximo, pensaba: esto de lo se lo están pensando quiere decir que no, que va a ser un no. Tenía esa idea y en septiembre, los primeros días, me acuerdo que estaba aquí en el sofá, aquí al lado tumbado, no recuerdo, era la hora de la siesta y recibo una llamada de mi agente y me dice: ¿estás sentado? Yo ahí ya supe lo que me iba a decir. Cuando te dicen ¿estás sentado?, es que te van a dar una buena noticia. Y recuerdo que me dijo eso, que Blackie había apostado por ella, y en ese momento fue una de las mejores noticias de mi vida.
En ese momento me puse a llamar a estas tres personas, a mi mujer y a mis amigas, y recuerdo que estaba solo en casa y me puse a dar vueltas por Santiago, porque estaba tan… de esto que tienes la adrenalina, que no sabes muy bien qué hacer.
Lo que pasa que en ese momento piensas que ya tu carrera está arreglada. De repente una editorial potente apuesta por ti y luego me he dado cuenta de que se trata de picar piedra un día tras otro. El que decidan publicarte no quiere decir nada ahora mismo. Igual hace 20 años, sí. Que una editorial potente te publicara era como un pasaporte, no voy a decir a la fama, pero un pasaporte a convertirte en escritor. Ahora mismo, con 80.000 libros que se publican al año en España, pues eres uno más. Evidentemente tienes ese sello tan personal y con tanto prestigio como el de Blackie Books, pero eso no te garantiza nada, absolutamente nada.
P.- (N.D.) Me lo has dejado perfecto para preguntarte, ¿por qué consideras que los escritores son grandes infelices?
R.- Bueno, primero ya no son los escritores solo, sino los creadores. Yo hablo de escritores porque yo soy escritor y porque me gusta mucho la literatura desde siempre. Pero también me gusta el cine, me gusta el arte y creo que los creadores tenemos un gen de la infelicidad. De hecho, yo siempre pienso que si tú eres feliz, pues te dedicas a ser feliz por ahí. A lo que haga la gente feliz, pero no te dedicas a crear.
En cambio, cuando creas un universo paralelo es porque realmente no te gusta demasiado en el que vives. Cuando no estás muy cómodo en el mundo en el que vives, pues te dedicas a crear otros mundos. Y yo creo que muchas veces los escritores somos niños que no llegaron a ser felices muchas veces.Yo creo que la niñez marca mucho. Niños solitarios como era yo, que no jugaba mucho con otros niños, sino que me dedicaba a crear mis propios universos. Bueno, casi a veces por obligación, porque estaba solo en casa y te dedicabas a crear mundos y te apetecía escribirlos, te apetecía dejarlos en negro sobre blanco. Creo que tiene mucho que ver con eso: esa falta de situación en el mundo o de buscar tu lugar en el mundo. Eso creo que impulsa mucho a la creatividad.
No quiero decir que todos los creadores tengan que ser infelices, pero creo que esa infelicidad impulsa mucho hacia la creatividad. Y creo que también ahora los escritores somos grandes infelices porque somos lo más precario que existe en el mundo, pero eso es otra parte. La primera es espiritual y esto ya es material, hablar de la precariedad y de la poca consideración. Sí que hay mucha consideración de momento, los escritores y los libros tienen mucho prestigio y creo que eso hace que mucha gente acabe yendo a la literatura.
Ahora se ve que todos los cantantes, todos los presentadores de televisión, tienen su libro y realmente no van a ganar tanto con ese libro como ganan presentando un programa de televisión o muchas veces con la música o los conciertos. Pero da ese halo de prestigio, que todavía tiene el libro.
El prestigio está muy bien, pero también tenemos que comer, ¿no? Entonces, creo que tanto las instituciones como el propio mercado debería regularse un poco mejor para que pudiéramos vivir con dignidad de esto.
P.- (N.D.) ¿Crees que esa precariedad es solo en España o es algo a nivel mundial? En cuanto a escritores.
R.- A ver, yo no conozco el mercado a nivel mundial y creo que hay otros países en los que están mejor, países en los que está mejor considerado y mejor pagado el escritor. Tenemos cerca países como Francia o Alemania, donde el mercado del libro es tres veces el de España, con lo cual ya son tres veces los ingresos.
Después hay países como Islandia, que como es un país muy pequeño, desde el Gobierno, subvencionan a los escritores. Digamos que tienen un sueldo estatal. Evidentemente eso aquí es completamente irreal. Pero sí que es cierto que en países como Francia, si tienes tres veces más lectores.
Yo os hablo de mi caso, evidentemente, yo de los royalties no puedo vivir. Y eso que estoy en una editorial potente, y tengo unas ventas con las que estoy satisfecho. Siempre se puede tener más, pero tengo cierto lugar en el mercado, cierto lugar en las librerías. Aún así, los royalties no me dan para vivir, con lo cual tengo que hacer otras cosas.
La suerte que tengo o el objetivo que tuve desde el principio es que esas cosas rodearán el mundo del libro. Porque yo también conozco muchos escritores que a la vez son funcionarios, son profesores y son escritores. También hacen otro tipo de cosas. Conozco gente de la Xunta también, que es escritora. Pero yo quise rodearme un poco con cosas que tuvieran que ver con los libros. Entonces, una de mis principales actividades es dar talleres de escritura creativa.
Por ejemplo, ahora mismo, estoy embarcado en tres talleres a la vez. También aquí en Santiago hacemos una residencia literaria, que no es un taller propiamente dicho, pero bueno, tiene que ver, es analizar proyectos de novela en concreto. No es: voy a dar unos conocimientos o unas herramientas para que vosotros las apliquéis a vuestra novela, sino que voy a coger vuestros proyectos de novela y vamos a pensar entre todos cómo mejorarla. Es un poco el camino inverso.
Son estas actividades las que me dan el sustento y no tanto por los royalties. Los royalties también, pero el grueso es con estas actividades. Eso por una parte está bien, pero por otra parte también es cierto que dejé la Xunta para escribir y nunca he escrito menos que en los últimos años, porque al final son actividades que te requieren. No voy a decir quitar, porque son bonitas, no es como escribir un discurso para un conselleiro. Realmente es algo bonito, pero absorbe mucho. Yo soy muy intenso cuando me pongo con los talleres y me absorbe muchísimo.
Claro, al final, si yo como escritor para vivir tengo que hacer una actividad que no me deja escribir, es un poco una paradoja.
P.- (N.D.) Oíamos la entrevista, por ejemplo, que le hacían a Pérez Cervantes, que decía: yo solo pude dejar mi trabajo cuando empecé a ganar royalties de otros países, no de España. Porque en otros países supongo que habrá muchos más lectores y eso te permite vivir.
R.- Bueno, yo no estoy publicado en otros países. Lo que pasa es que con la traducción yo creo que vivimos un poco engañados, en el sentido de que a veces se dice: esta novela está traducida al checo, al griego, al italiano y al alemán, perfecto. ¿Cuánto ha vendido en cada uno de esos países? Porque no se trata solo de que te traduzcan, sino de que te coloquen bien en el mercado, de que tengas una campaña en medios allí. Porque estamos en lo mismo, aquí puede llegar un autor alemán que si no tiene una campaña, una editorial detrás que hace una campaña, pasa completamente desapercibido en las librerías.
Con lo cual, si tú estás publicado en Alemania, pero vendes 200 libros en Alemania, teniendo en cuenta más o menos los royalties por un libro. Bueno, depende un poco de lo que hayas firmado, pero siempre están entre el 1,5€ y los 2 € más o menos, por un libro de unos 20 €. Si has vendido este año 200 libros en Alemania has ganado 300 € en Alemania. Y vender 200 libros en Alemania tampoco es tan fácil, quiero decir que hay muchos libros que se publican aquí que no venden los 200, porque muchos de los libros que publicamos los vendemos en presentaciones, en ferias del libro, etc. Pero, claro, eso un autor alemán no va a hacerlo aquí, salvo que sea un autor muy potente, con lo cual no es fácil llegar a esos 200 libros si estás fuera.
Así que, no sé el caso de Pere Cervantes. Probablemente tenga el apoyo de una buena editorial detrás, de una editorial potente en esos países. Pero, en general, muchas veces digo: está traducido a 16 países, sí, pero ¿cuánto vendió en cada uno de esos 16?, porque si a veces en España vendes mil, pues en Francia vas a vender diez, si no tienes ese apoyo.
Creo que muchas veces nos quedamos solo con el titular: 14.ª edición. Sí, pero de ¿cuánto era cada edición?, porque si era de 100, tampoco me estás diciendo gran cosa, ¿no? O traducido a 18 países, sí, pero ¿cuánto vende en cada país? Creo que en el mundo editorial se han copiado muchas cosas de las redes y vivimos en el mundo de las mentiras. Vamos a dar la sensación de qué exitosos somos, por una cosa que no acabo de entender, pero que funciona así, que es que la gente quiere comprar a los que ya son exitosos. Es decir, he vendido mucho, con lo cual voy a vender más. Es como que el éxito llama al éxito. Cuando puede haber novelas buenísimas que hayan vendido mucho menos.
P.- (N.D.) Bueno, ya lo sabemos, que se vendan muchos libros no quiere decir que seas buen escritor o que tengas mejor calidad que otro que venda menos. Lo vemos cada día.
R.- Creo que eso es una falacia moderna. Esa idea de medir a los escritores por el número de ejemplares vendidos. Es como la máxima expresión del neoliberalismo: vales tanto, porque vendes tanto. Y yo pienso que la cultura es otra cosa.
Esto lo empecé a estudiar en periodismo hace 25 años, cuando nos empezaron a hablar de las industrias culturales. Yo de esto no tenía ni idea. Cuando quería ser escritor de chaval, tenía esta idea de las industrias culturales. Y, es verdad, la industria cultural es fundamental, porque alguien tiene que mover tus libros, tiene que haber detrás una maquinaria que mueva tus libros.
«(…) hemos llegado a un punto en el que la industria se lo está comiendo todo y la cultura está quedando en el mínimo. Porque si medimos todo por el número de ventas, estamos pensando solo en números industriales y tenemos que pensar también en el valor cultural.»
Javier Peña
La industria cultural está formada de dos partes: de industria y de cultura. Pero hemos llegado a un punto en el que la industria se lo está comiendo todo y la cultura está quedando en el mínimo. Porque si medimos todo por el número de ventas, estamos pensando solo en números industriales y tenemos que pensar también en el valor cultural. Y a veces ese valor cultural es un valor que no es masivo, es para determinados sectores de la sociedad y no tiene por qué ser peor. Al contrario, a veces eso igual es lo que va a permanecer.
Eso ha pasado muchas veces, por ejemplo, Moby Dick, que hoy es uno de los grandes éxitos, de los grandes cánones de la literatura, en su día fue un fracaso. O El gran Gatsby, por ejemplo, fue un fracaso. Si lo midiéramos como ahora, diríamos: no, no, no es que tal —no voy a decir nombres por no meterme en follones—pero tal escritor ha vendido 100.000 y Moby Dick ha vendido tal. Este escritor que ha vendido 100.000 es buenísimo y Moby Dick es una mierda. Pues no, la literatura es otra cosa. Una cosa es la literatura y otra cosa es el marketing. Y creo que van por caminos bastante distintos en general.
P.- (A.D.) Sí. Aquí, por lo pronto, lo que poco a poco vamos viendo, porque no hace mucho que también nos hemos metido en el mundo de la literatura, sí nos hemos dado cuenta que se sacrifica mucho más la calidad por la cantidad. Luego te encuentras lo que te encuentras. Y nosotros, por ejemplo, hemos pasado también por eso mismo, que hemos sacrificado la calidad por la cantidad y poco a poco te vas dando cuenta, y dices: espera, espera, que esto no va así, esto va por otro camino que tiene más sentido. Pero, claro, cuando entras en el mundo de las editoriales también tienen que cuadrar números, porque no hay que olvidar que son empresas.
R.- Sí, es así, y evidentemente las historias tienen que cuadrar números. Lo que pasa es que hay formas y formas de cuadrar números. Hay una forma en la que estamos entrando ahora, o hemos entrado hace unos años y que la pandemia de hecho, que nos iba a hacer mejor pero nos ha hecho peores en todos los sentidos, ha acelerado. Porque yo nunca he visto una cantidad de novedades tan brutal como la que ha habido desde septiembre hasta ahora.
Estamos completamente bloqueados. Yo como lector digo: mira a tomar por culo, me voy a leer los clásicos y dejar de marearme la cabeza: tienes que leer este, este es imprescindible, tienes que leerlo. Pero es que dos horas después ya tienes que leer otro. No me ha dado tiempo ni de ir a la librería a comprar el anterior y ya me estás diciendo que tengo que leer otro.
Y esto lo hablo muchas veces con los libreros. La pena que les da que un libro que tienen en la mesa de novedades y a la semana ya lo tienen que quitar sin que hayan tenido la oportunidad de desarrollarse. Los libros necesitan desarrollarse. ¿Cuáles se desarrollan? Pues los que tienen un poder mediático fuerte, unos medios detrás o bien están apoyados por redes sociales de influencers o ellos mismos son influencers. Claro, ellos llegan a millones de personas directamente a través de sus redes.
Con lo cual creo que estamos haciendo como a nivel global la sostenibilidad del planeta. Puedes decir: es que las empresas y la gente tiene que vivir. Sí, pero también tenemos que pensar que estamos en un planeta y el día que nos lo carguemos no vamos a vivir ninguno.Pues en la literatura nos pasa lo mismo. Sí, ahora mismo las editoriales tienen que vivir, pero creo que nos estamos cargando el mundo editorial, nos estamos cargando a través de lanzar libros y libros y libros y libros y libros.
Alguna vez me habían comentado que en el Grupo Planeta solo el 13 o el 15% más o menos de los libros son rentables. Eso quiere decir que el 85% no lo son. ¿Qué pasa?, que ese 13 o 15% es tan rentable que les merece la pena. Como industria te puede funcionar, pero eso quiere decir que hay un 85% de los escritores que estás lanzando a la mierda para que te funcione el otro 15. Digamos que tú sacas 100 libros sabiendo que va a funcionar 15 y que 85 sabes que no van a funcionar, pero da igual, porque yo lanzo todo esto, a mí el escritor me da igual. Es como Los juegos del hambre, los que sobrevivan, muy bien, y los que no, a la mierda.
Y personalmente, los escritores también entramos en esto. Siempre he dicho que yo no quiero publicar mucho, yo quiero publicar los libros que a mí me convenzan. Ya es verdad que he empezado tarde, con 40 años mi primer libro, pero yo siempre doy una cifra, que me he puesto en la cabeza, como me gusta mucho el cine, me gusta Fellini. Siempre pienso en su película Ocho y medio, que era su película ocho y medio. Había hecho ocho largometrajes y una película en la que había hecho una parte con otros dos directores. Y entonces dijo que esta era su película ocho y medio.
Pues yo digo que voy a escribir ocho libros y medio, ocho novelas y el medio no sé de qué va a ser. Y luego lo dejaré, porque creo que no tiene sentido que los escritores publiquemos un libro cada seis meses. Es imposible que sea bueno, realmente lo haces para que el mercado no te olvide, porque hoy en día si pasas dos años sin publicar, la gente ya se piensa que has muerto.
Entonces, tienes que estar todo el rato ahí: «eh, no os olvidéis de mí, que ya sé que en estos tres meses han salido 10.000 escritores nuevos, pero yo sigo existiendo». Y, bueno, hay formas de hacerlo, pero una forma es sacar un libro nuevo cada seis meses, dos libros nuevos al año. Eso es insostenible. Eso va en contra de la calidad literaria.
Yo creo que una buena novela, para ser buena, necesita un año de trabajo como mínimo. Eso si te dedicas a ella. Por suerte Blackie no ha apostado por esa explotación masiva y publica menos libros que otras editoriales potentes a lo largo del año. Y no es tan fácil entrar en el catálogo y decirle tengo que salir dentro de tres meses.
Pero yo nunca voy a publicar, o por lo menos esa es mi idea ahora mismo, una novela en menos de dos años del anterior, porque creo que si yo ahora publico un libro y dentro de seis meses publico otra, de alguna forma, tal y como está montado el mercado, le estoy diciendo al lector la anterior ya no interesa, léete esta, la otra ya está muerta. Y de repente la novela deja de estar en las estanterías porque hay una nueva. Estoy yendo contra mi propia novela.
Yo creo que un libro tiene que tener como mínimo dos años de respiración y que se siga leyendo, que se recomiende, que se hagan clubes de lectura, etc. De hecho, debería tener mucho más, porque el libro es un objeto que está concebido desde el principio para durar. Y estamos haciendo libros como periódicos, libros que hoy sacamos y en seis meses la editorial te llama, te dice: mira, me ocupa mucho en el almacén, no se han vendido, los voy a destruir. Y esto es verdad.
P.- (N.D.) Precisamente hablábamos de eso el otro día, porque teníamos Agnes en la mano, tu último libro, y decíamos fíjate, la calidad que tiene. A lo mejor no es la mejor del mundo, pero tiene una calidad, es tapa dura, las páginas…. Luego ves otros de bolsillo que son papel de fumar, que a lo mejor los tienes un año y son para tirar, porque no duran nada. Con una relectura están ya terribles y no te van a durar toda la vida ni en broma.

R.- Claro, es que la proliferación de editoriales, vino especialmente cuando se abarató la impresión. Eso hace que haya cosas muy baratas, pero que también se notan realmente. Bueno, no sé cómo va a afectar la subida de precios del papel. Creo que muchas editoriales van a acabar un poco ahogadas.
Tenemos que ver un poco cómo se acaba con este periodo postpandémico, el tema de la guerra de Ucrania y el petróleo, etc., y todos los materiales que venían de China. Veremos cómo acaba todo esto configurando la sociedad y dentro de dos o tres años probablemente podamos analizar con más calma cómo ha quedado el mundo editorial.
Ahora mismo, es una auténtica jungla, una casa de locos. Y creo que es malo para la mayor parte. Iba a decir para todos, pero no. Hay algunos escritores que les va muy bien así, pero estamos hablando de uno de cada mil probablemente. Igual me quedo corto. O sea, no, me quedo largo.
Yo entiendo la literatura de otra manera. Entiendo los libros para durar, para que la gente pueda leerlos dentro de diez años. No os voy a decir dentro de 100, porque eso es demasiado ambicioso, pero un libro de hace diez años debería estar vigente aún. Y si no es que se escribió para una moda pasajera, pero la literatura no puede estar completamente pasada de moda en diez años.
Y yo esto lo hablaba hace poco con gente en Instagram, gente que tiene cuentas potentes de bookstagram, que me decían es que es increíble, porque yo pongo un libro de hace un mes y tengo 600 likes y pongo un libro de 2019. No hablo de 1982, no de 2019, y tengo una sexta parte de likes. A la gente solo le interesa la novedad y eso, como os digo, para mí va en contra de mi idea de la literatura. Eso es hacer redes sociales. Hoy pones un tuit y mañana está olvidado.
Y es lo mismo que yo hacía cuando yo fui periodista deportivo y el periódico de hoy te decía: el periódico de hoy volverá el pescado de mañana. Bueno, pues eso te lo decían en la facultad y es así. Eso servía para un día, punto. Igual que los discursos de un conselleiro. Eso servía para cuando hacías el discurso. Una vez que estaba el discurso pronunciado ya se había acabado. Pero esa característica tan efímera del periodismo, yo no la encontraba en la literatura, pero es que ahora estamos yendo hacia eso. Habrá libros que duren una semana y luego ya se destruyan. Vamos hacia ese camino.
Bueno, pues yo ante eso me voy a revolver, como un buen señor mayor que soy, quiero anclarme. Yo sé que todo cambia y que el mundo se está transformando a una velocidad de vértigo y no podemos ir en contra de la evolución o no podemos parar esa evolución, pero sí que podemos reaccionar ante ciertas cosas que creo que destruyen elementos esenciales de nuestra cultura y de nuestro entorno. Como os decía, pues el planeta, el medio ambiente que tenemos.
¡Es que no podemos parar el mundo! Bueno, pues entonces nos lo vamos a cargar en pocos años. Y el libro es un elemento esencial de la construcción cultural del ser humano, especialmente desde la imprenta en adelante. Digamos que los últimos 600 años. Creo que debemos luchar por lo menos para evitar que se convierta en algo testimonial, en una nueva red social. ¿Qué tenemos, Twitter, Facebook, Instagram, Tiktok y el libro? No, el libro es otra cosa.
P.- (A.D.) Sí, además que no tanto, antes de la pandemia, tuve la suerte de ver el libro de Javier Azpeitia, El impresor de Venecia, que en un club de lectura donde estábamos con él, nos enseñó el libro que se publicó en Japón. Claro, Japón, que casi todo está hecho para durar y que perdure en el tiempo. La calidad que tenía ese libro…Estaba prácticamente construido para que durase en el tiempo.
Era un choque no sólo cultural, sino bestial con la forma de ver que tenemos aquí en Occidente con todo el tema de los libros, todo el tema de las redes sociales, que están quemando una industria que debería ser un poquito más tranquila. Que debería ser: oye, esto es cultura, esto son libros, primamos la calidad y no la cantidad. También considero que, por ejemplo, las plataformas de autopublicación hacen un poco de daño, también saturan en cierta medida y ya todo lo que has dicho, porque es la verdad, es que todo lo que vemos es así y es una lástima.
También tengo quizá la suerte de trabajar con una editora, que para mí, bueno, yo le mando un beso siempre que puedo, y dice lo mismo. Ella se encuentra siempre con escritores que quieren publicar inmediatamente. Es terminar de escribir, ya lo quiero publicar. Bueno, no vas a darle un tiempo de respiro, no lo vas a reescribir, no vas a trabajarlo. Yo pensaba así, estoy trabajando con ella y yo tardo en escribir un capítulo aproximadamente una semana y media, dos semanas. Calma, de verdad, calma, que no es todo escribir y publicar.
R.- Sí, es que esa cultura de la inmediatez choca con lo que ha sido siempre la literatura. Ha habido escritores que han tardado una vida entera en escribir un libro. Lo leía, no me acuerdo de quién, tardó siete años en escribir un libro. Bueno, pues este es el trabajo que debería requerir. No todos tienen que escribirse en siete años, pero desde luego es mucho más fácil que sean siete años que siete días o que dos meses. Pero, claro, estamos metidos de lleno en esa cultura de la inmediatez. Tiene que ser todo ya, y creo que de hecho eso va a más.
Lo importante es sacarlo cuanto antes y no analizarlo, no pensarlo, porque lo importante no es el contenido del libro, si no el libro en sí mismo. Estamos en un momento en el que: tengo un libro. ¿Lo has leído? ¿No? Da igual, pero tiene un libro, da igual.
Como os decía, hay muchos famosos que lo tienen como elemento de prestigio. Yo estos días estaba en Sant Jordi y veía las colas enormes de famosos, tipo Paz Padilla y estas cosas, y yo pensaba: esa gente que está en la cola no se va a leer el libro. Lo que pasa es que quiere estar ahí con el famoso, que se lo firme y hacerse la foto y subirla a Instagram. Lo compra, pero no se va a leer el libro. Tiene el libro del famoso para interactuar con el famoso. Creo que una cosa son los libros que se publican y otra cosa son los libros que se leen. Los libros que se venden mucho y no se leen tanto.
Es una realidad que habría que analizar con calma. Pero sí que es cierto que esto de los talleres, aún ayer mismo, en un taller me preguntaban sobre esto, sobre el tema de ¿cuánto tardas en escribir un libro? Digo, bueno, es que depende. Yo, por ejemplo, los borradores los escribo bastante rápido, porque precisamente por cómo está montado el mundo, yo igual no tengo más de cinco o seis meses para centrarme en ese borrador y dejar, o por lo menos disminuir al máximo mi trabajo como autónomo, porque realmente me arruino.
Entonces, intento sacarlo rápido. ¿Qué pasa? Que lo que hago después es reescribirlo varias veces. Yo le digo como mínimo un año, seis meses de borrador y seis meses de reescrituras como mínimo. Y luego lo mandas a una editorial y empiezas a trabajar con la editorial y probablemente con esa editorial estés otro año trabajando la edición. Dos años son un buen plazo para un libro. Creo que si sacas un libro en dos años, puedes sentirte satisfecho incluso de la velocidad a la que vas.
Yo empecé a escribir infelices en marzo 2015 y publicó en octubre de 2019. O sea, estamos hablando de cuatro años y medio. Empecé a escribir Agnes en enero de 2017 y se publicó en septiembre de 2021. Estamos hablando de casi cinco años, cuatro años y medio largos. Los dos libros llevaron cuatro años y medio desde que empecé a escribirlos hasta que se publicaron.
Bueno, pues evidentemente hay que tener paciencia, pero creo que merece la pena. Cuando tú estás haciendo una obra, una obra importante, es decir, una obra La Catedral de Santiago no la puedes hacer en tres meses, es algo que lleva tiempo. Pero a veces es el trabajo de una vida entera. Yo creo que tu obra literaria es el trabajo de una vida, ¿qué necesitas tener 100 libros al final? No, haz cinco o seis y hazlos buenos y ya está. Realmente con lo que se cobra de royalties tampoco hay mucha diferencia. Vas a tener que hacer otras cosas en general. Si todos decidiéramos eso, realmente el mercado estaría menos copado.
Este año, ya os digo, me podéis decir: pero tú también publicaste Agnes en septiembre. Ya, pero es un libro de 2017, está escrito en 2017, pero es que justo cuando yo saqué Agnes parecía que todo el mundo tenía que sacar su libro. Hubo mucho atasco durante la pandemia y mucha gente también tuvo tiempo para escribir durante la pandemia y eso se reflejó en esta brutalidad. Espero que haya sido algo coyuntural, sí, pero creo que no, porque normalmente en el sistema capitalista y tan neoliberal, en el que vivimos ahora, cuando algo crece es muy difícil hacerlo decrecer.
Normalmente siempre va más, más, más, más, más, hasta que estalla. Como las hipotecas subprime o un esquema de Ponzi de estafa de Ponzi. Es un poco así. El capitalismo es un poco esquema de Ponzi y yo creo que ahora mismo en la literatura tenemos un poco estafa de Ponzi. No en la literatura, sino en el mundo editorial. Es una burbuja que va a estallar. Y aparte que ya está dejando en los márgenes mucha precariedad.
P.- (N.D.) Bueno, ya que estamos hablando de Agnes, vamos a hablar un poco de tu novela. Has dicho por Instagram, que has enseñado fotos, que muchas de las cosas que escribes las has sentido antes. ¿Eso te pasa siempre o cómo te surgen las ideas para escribir una novela?
R.- Sí, a ver, en su día me interesó mucho la autoficción, estoy hablando de 2015 más o menos, cuando leí por primera vez a Knausgard, estos libros de Mi lucha, realmente me fascinaron. Pero personalmente creo que está agotada, que no podemos convertir la literatura en un mero campo de la autoficción, voy a escribir sobre mí mismo. Que, al final, es lo que digo, es una extensión de las redes sociales. Estamos haciendo del mundo una extensión de las redes sociales, en vez de hacer las redes sociales un reflejo del mundo, lo estamos haciendo al revés y en ese sentido intento separarme un poco de eso.
Eso no quiere decir que las historias surjan de lo vivido. Digamos que como una ficcionalización o pasar por ese espejo deformante del que hablaba Valle-Inclán de la realidad. Creo que eso es un poco mi idea de escribir. Por eso muchas veces lamento no haber publicado o haber empezado a los 25 años y haber empezado a los 40. Pero yo ahora lo pienso y a los 25 no tenía nada que contar, tenía muy poquito que contar, porque no había vivido. Y pienso que es importante vivir, tener experiencias y luego de alguna forma procesarlas y ficcionalizarlas.
P.- (A.D.) Bueno, fijémonos en Cortázar, por ejemplo.
R.- Sí, muchos de los escritores más conocidos e incluso escritores del boom latinoamericano que escribían ese realismo mágico, pues el realismo mágico partía del realismo. Tenía su parte de magia, pero tenía esa parte de realidad. Incluso ahora que estaba leyendo sobre Rulfo, pues tanto en Pedro Páramo como el Llano en llamas hay muchas cosas evidentemente transformadas y deformadas, pero que él vivió siendo un chaval, siendo joven, en el México revolucionario.
Todos partimos de la realidad, entonces sí, a la hora de escribir, especialmente Infelices, que venía de un momento, como os decía, de una necesidad de examen psicológico. Y también en Agnes, lo que pasa que mucho más ficcionalizado, está en muchas partes de mí, pero están más escondidas. En Infelices no tuve esa intención de esconderlas, mientras que en Agnes las escondí más. Pero, al mismo tiempo que está esa parte, para mí Agnes es como una reivindicación o un canto a la vieja costumbre de contar historias, del cuentacuentos. Para mí Agnes es la historia del cuentacuentos.
En Agnes tenemos el choque entre Agnes, nuestra periodista, nuestra protagonista, y Luis Forest, un escritor famoso que nadie conoce, y realmente la biografía que escribe Agnes de Luis Forest la escribe a través de lo que Luis Forest le cuenta. Y todas esas historias que le cuentan son cuentos de los que Agnes se puede creer lo que ella quiera. Cuando nos cuentan un cuento hay una parte de realidad y una parte de ficción.
Ahora estamos como atados a tope a la realidad. Bueno, en ese sentido me gusta pensar en Agnes como una especie de mil y una noches revisitado. De hecho, se menciona Sherezade al principio del libro y no es casual, porque es un poco la idea de que Luis Forest es un poco como una Sherezade muy cabrona. Más psicópata de lo que era la pobre Sherezade.
P.- (A.D.) Bueno, yo me lo estoy leyendo, no lo he podido terminar, no me ha dado tiempo. Cuando pretendes leer, sí, tienes libros, tienes una montaña de libros por leer y venga y suma, y esa montaña nunca baja. Le ha llegado el momento a Agnes, me lo estoy leyendo. Me está gustando muchísimo.
Tengo aquí un pasaje que me ha gustado. Me tuve que reír. Noelia me miró diciéndome: qué le pasa al loco este. Y es que es verdad, me tuve que reír. No voy a desvelar nada. Simplemente cuando Agnes le da las condolencias a Luis Foret de esa forma en la que todos o la mayoría de las personas nos encontramos incómodos, no sabemos lo que decimos, pero yo te lo suelto.
Me gustó mucho esa parte. No solo esa parte en la que reconocí el humor, sino que a ti en particular te gusta el humor. En muchas páginas hay humor en algún puntito o en otro. Y quería preguntarte, ¿qué significa para ti el humor en la vida diaria y en la literatura?
R.- Para mí el humor es esencial, pero un tipo de humor bastante negro. Yo os decía antes: soy pesimista como gallego, pero también tengo el humor de los gallegos. Los gallegos, en general, tampoco hay que generalizar, que habrá ahora más de un gallego: pues a mí no me gusta ese humor; pero bueno, en general somos así.
Yo creo que tiene mucho que ver con el clima también. Tenemos cierta tendencia a la melancolía y a pensar que el mundo nos va a deparar algo malo. Muchas veces me dicen: ¿por qué los gallegos sois tan de derechas? Digo: no, no somos de derechas, los gallegos somos conservadores porque nos da miedo el cambio. Que me quede como estoy, porque lo que va a venir seguro que es peor.
Entonces, como vivimos con ese miedo de lo que vaya a venir, nos lo tomamos con humor. Las desgracias en la vida nos las tomamos con cierto humor. En ese sentido, creo que nuestro humor está muy emparentado con el humor británico, que a mí es un humor que me ha influido mucho y es el humor que más me gusta ver. Soy muy fan de los Monty Python, por ejemplo. Yo siempre digo que una de las claves del gallego es que hace humor sin querer hacer humor. Dejas el chiste, pero no estás remarcándolo.
Yo siempre digo que en ese sentido somos muy distintos a un humorista andaluz. El humorista andaluz, sin ánimo de ofender, es muy típico que esté contando el chiste y se esté riendo antes de acabar. Mientras que el gallego te lo va a contar con cara de palo. Si piensas en John Cleese que te lo cuenta ahí con su cara de palo, no mueve un músculo. Y a mí eso me hace más gracia. Evidentemente intentas hacer reír, pero lo ocultas, lo metes un poco. «Bueno, yo lo voy a meter aquí. Si hace reír, hace reír. Y si no hace reír, no hace».
A mí me me resulta simpático, porque tanto en Infelices como en Agnes la gente me decía: «me reí mucho en esta parte», y digo: pero si yo en esa parte no intentaba hacer reír. Es mi forma de ser, realmente yo soy así en la vida normal, en la vida diaria, no solo en las novelas.
Antes os comentaba de esta amiga, mi mejor amiga, que falleció de cáncer y nos reíamos muchísimo, incluso de esa situación. Yo estaba con ella el día que la llevaron a Cuidados Paliativos y ya era la última vez que ella veía la luz, y ella entró haciendo bromas. Pues eso es una forma de espantar. Digamos que es como espantar la muerte, espantar los miedos, espantar todo eso, reírnos de ella. Y creo que en ese sentido, ya que la vida es bastante trágica y sin sentido, porque eso es lo que creo como gran infeliz que soy, pues pienso que el humor es una de las armas para soportarla y para hacerla más llevadera.
P.- (N.D.) Vamos a decir rápidamente que has escrito crónicas deportivas y ya lo has dicho, discursos políticos, pero no vamos a centrarnos en lo negativo, porque ya de eso tenemos mucho, sino que queremos preguntarte: ¿qué te ha aportado todo esto en tu vida para que hoy puedas publicar novelas y ser escritor?
R.- Mira, me ha aportado muchísimo todo en la vida. Yo creo que todo te aporta, incluso las experiencias malas. Yo supongo que cuando llegue a viejo, si llego y mire para atrás, son todas las decisiones que he ido tomando y no puedes lamentarlas. Realmente el Javier Peña persona y el Javier Peña escritor tiene mucho de deuda al Javier Peña que fue periodista deportivo durante nueve años, fueron muchos años, fueron los años de mi primera juventud, desde los 21 hasta los 30 estuve siendo periodista deportivo y después siete años como asesor político. Ya hasta 2017, en el momento en el que Blackie me firma Infelices y decido dar el salto y apostar por esta nueva etapa.
Me ha aportado muchos amigos en el ambiente de trabajo, me ha aportado muchas cosas que utilizo para escribir e incluso una disciplina a la hora de escribir. Por ejemplo, yo escribía todos los días durante 16 años, aunque no sea ficción, escribes todos los días. Te da cierta disciplina, también te da conocimientos de qué no hacer. Yo siempre digo que estuve en las dos partes más terroristas de la lengua y de muchas cosas, que es la política y el periodismo. Bueno, pues he aprendido ahí la diferencia entre el lenguaje político, el lenguaje periodístico y el lenguaje literario. De hecho, alguna vez he hecho incluso alguna charla hablando de esto, de estas diferencias.
Muchas veces el hecho de haber estado ahí te das cuenta de: esto no encaja en la narrativa. Así que he aprendido muchísimo en lo personal y en lo profesional. Y no lamento en absoluto lo que he vivido, porque creo que es absurdo lamentarlo realmente. Puedes lamentar, haberte comportado mal en un momento dado, pero si hubiese tomado otros caminos sabe Dios dónde estaría. Probablemente necesitaba todo eso para convertirme en escritor, para cumplir ese sueño que tenía. Así que cómo lo voy a lamentar.
«(..) simplemente reivindico la importancia de contar historias, de crear novelas. También la importancia de la técnica narrativa, de utilizar la narración y de explotar la narración, que a veces es algo que se pierde un poco. »
Javier Peña
P.- (A.D.) Cuando ya das el salto a la literatura y empiezas a pensar «bueno, qué voy a hacer con mis historias» Cuando una persona escribe un libro dice: quiero que este libro bien entretenga, bien entretenerme yo o bien reivindicar algo. ¿Te has pensado alguna vez si tu carrera, la vas a dedicar a alguna cosa en concreto?
R.- Yo quiero escribir libros, esto es un cliché, que a mí me gustaría leer. La literatura que a mí me gusta, pasada por el tamiz de mi voz. Si reivindico algo es reivindicar las historias y las novelas, nada más. Creo que yo no voy a decir que está mal hacer novela social o que reivindicar algo a través de las novelas sea algo malo.
El problema es que estamos empezando a que las novelas únicamente sean reivindicaciones. Con lo cual estamos de nuevo, vuelvo a lo mismo, convirtiendo las redes sociales o los medios de comunicación, llevándolos a las novelas. Y las novelas son lo que son, son historias y detrás de esa historia puede haber un mensaje. Es el mensaje que a mí me interesa como persona, el mensaje que a mí me preocupa, pero ese mensaje tiene que estar detrás.
Para mí no tiene que ser el eje de la novela. No voy a decir: quiero transmitir ese mensaje y para eso creo esta historia. No, creo en esta historia y detrás voy a pensar en qué mensaje tiene. Y probablemente ese mensaje salga de mí, de mis creencias. Entonces, en ese sentido, simplemente reivindico la importancia de contar historias, de crear novelas. También la importancia de la técnica narrativa, de utilizar la narración y de explotar la narración, que a veces es algo que se pierde un poco.
Es verdad que yo crecí mucho leyendo a los posmodernos. Me interesa mucho la literatura posmoderna, me gusta muchísimo Foster Wallace, Kundera también. El posmodernismo americano, pero también el europeo. Me interesa mucho sus técnicas narrativas y es algo que se ha ido abandonando, que hemos vuelto a un cierto realismo social, y a mí me gusta explorar.
Yo, por ejemplo, nunca pienso a la hora de escribir una novela en el mensaje o en el tema que quiero tratar, sino que pienso más bien en estructuras, en puntos de vista, en cosas técnicas en las que meter una historia. En los talleres siempre digo: y la historia, cuando escribáis la sinopsis de vuestra novela, que sea algo concreto. No me digáis: voy a hacer una novela que denuncie el machismo, voy a hacer una novela que denuncie el fascismo, sino voy a contar la historia de esta protagonista que le pasa esto, esto, esto, esto y detrás de eso está una denuncia del machismo.
Pero la historia tiene que ser algo concreto y para mí eso es la base, pensar en elementos técnicos. Sabéis que tengo el podcast Grandes infelices y hoy vamos a estrenar un episodio sobre Georges Perec. Perec era un gran experimentador con el lenguaje y con la literatura y él decía que primero se inventaba unas restricciones y a partir de las restricciones le surgía la novela. No es que tuviera una historia y a esa historia le aplicara restricciones, sino que pensaba primero en las restricciones y a partir de esas restricciones, las propias restricciones le contaban la historia.
Pues esto es un poco así. Yo digo: pues ahora quiero hacer una estructura X, en la que hablen diez personajes y, por supuesto, quiero contar esta historia pequeña. Entonces voy a aplicar esa sinopsis a la estructura y a partir de ahí me va a crecer, como si lo meto en el horno como un bizcocho y va a crecer.
Eso es lo que a mí más me interesa y como os digo, tiene mucho que ver con el posmodernismo, algo que desapareció, o más que desaparecer, que se escribía hace 25 años. Yo como soy muy mayor, estoy un poco anclado a esos 25 años. No quiero decir que haga posmodernismo, pero sí que me gustaría que tuviera más que ver mis novelas con los posmodernos que con el realismo social un poco que se está haciendo ahora.
P.- (N.D.) La verdad es que ha sido una entrevista súper intensa, muy interesante y nos quedaríamos aquí horas, porque joder, da mucho de sí. Pero ya es hora de que abras el paquete, porque siempre acabamos nuestras entrevistas con un paquete sorpresa y, vamos, lo podéis decir vosotros: es una sorpresa literal. Aquí somos naturales 100%.

R.- Sí, estaba cerrado, ¿eh? (risas) Estoy abriéndolo ahora. A ver si ahora no es esto y me llegó otra cosa.
P.- (N.D.) Bueno, esto lo hacemos por una cadena literaria. Empezamos nuestras entrevistas así para aportar algo diferente.
R.- Leo el título: Efialtes, una novela de surrealismo sádico de Daniel Aragonés.
P.- (N.D.) Daniel Aragonés es nuestro anterior entrevistado y de todos sus libros eligió ese para que te lo hiciéramos llegar a ti.
R.- Muchas gracias a vosotros y a Daniel por hacérmelo llegar. Estoy viendo que es de mi edad, o sea, de la misma quinta.
P.- (N.D.) Ahora tú nos tienes que decir ¿qué libro o Infelices o Agnes quieres que regalemos al siguiente entrevistado?
R.- Pues voy a escoger Agnes, porque es el libro que estoy promocionando. Yo tengo dos, no sé cuántos tiene Daniel, pero si tuviera diez pues, primero ya habría roto mi promesa de escribir solo ocho y medio (risas). Aparte de eso, tendría más para escoger. Pero solo tengo dos novelas y es como tener dos hijos. ¿A quién quieres más? Aparte, son muy distintas. Tienen una voz en común, pero son muy distintas. Entonces voy a escoger Agnes, porque es la más reciente.
Creo que tiene mucho que ver con muchas de las cosas que he venido contando y con esta idea de reivindicar las historias y reivindicar la literatura y reivindicar a los cuentacuentos, porque al final los escritores creo que somos más cuenta cuentos que no políticos ni activistas sociales. Con todo el respeto, cada uno tiene su forma de verlo. Yo no estoy diciendo que sea malo verlo, pero para mí, como escritor, yo quiero ser un cuenta cuentos. Y Agnes para mí es la novela de un cuentacuentos, de un manipulador, porque los escritores también somos muy manipuladores y muy mentirosos, y por eso me gustaría que la tuviera o que la leyera el próximo invitado.
P.- (A.D.) Y antes de terminar, me gustaría decirle a todo el mundo que se pase por el podcast de Javier Peña, Grandes infelices, a mano de la casa Blackie, que está en Ivoox y corrígeme en Spotify.
R.- Sí, en Spotify y en iVoox. La verdad es que estoy entusiasmado con este proyecto, que fue un proyecto que empecé yo en casa el diciembre del año pasado. Después hablé con Blackie por si les interesaba difundirlo y estuvieron encantados en ello. Y estoy entusiasmado porque me divierte mucho hacerlo, me divierte mucho el periodo de documentación y de investigación sobre escritores.
Hoy cerramos la primera temporada, hemos hecho sobre Kurt Vonnegut, sobre Patricia Highsmith, sobre John Kennedy, sobre Georges Perec y sobre Harper Lee. Y también es una reivindicación, ya que estamos aquí hablando de eso, de la literatura, de que no todo tiene por qué ser las novedades. Ni siquiera las mías, porque también saco novedades. Pero, bueno, esa idea de que los escritores, por un lado, hay que seguir leyendo aunque hayan pasado 80 años de que escribieran, es interesante porque es nuestro acervo cultural.
Y por otro lado, también estudiamos un poco o profundizamos un poco con lo que hablábamos antes de ese gen de la infelicidad, de cómo algunos de estos escritores que han sido auténticos mitos y referentes, incluso algunos ya no les pasó en vida, sino después, pero algunos de ellos en vida, y sin embargo no llegaban a ser felices a pesar de tener muchas ventas. Porque la felicidad creo que no tiene mucho que ver con las ventas y con los números.
Un poco lo que hablábamos a lo largo de toda la entrevista, esa dictadura de los números es muy perversa. Porque encima ni siquiera da la felicidad. Entonces realmente creo que es interesante pasarse por la vida de estos autores míticos para comprender su literatura y para comprender también el papel de los escritores y de cualquier creador. La dureza que tiene, la soledad que se supone, incluso cuando tienes éxito, o sobre todo, cuando tienes éxito.
P.- (N.D.) Totalmente. Yo lanzo aquí el guante a Blackie Books, porque yo amo Harper Lee y Matar a un ruiseñor, y estoy esperando una edición como las ediciones clásicas que ha hecho Blackie Books de La Odisea o algo así muy potente. A ver si nos la hacen de Matar a un ruiseñor, que es un novelón y un clásico que hay que leer.
R.- Bueno, pues sí, Blackie escucha. Realmente me merece mucho la pena Matar un ruiseñor y casi todas las novelas de las que hemos hablado en Grandes infelices. Que si 80 años después seguimos hablando de ellas, por algo será. No le va a pasar a muchas de esas de las que hablamos a lo largo de esta entrevista, que hoy en día venden mucho, pero dentro de tres años ya nadie se acordará de ellas.
Creo que hay que reivindicar esa cultura que permanece, que nos acompaña a lo largo de toda la vida, de la vida de nuestros padres, de nuestros abuelos y ojalá también de nuestros hijos y de nuestros nietos. Porque al final es algo que hemos construido entre todos.
P.- (N.D.) Pues sí, con esa frase nos quedamos. Y muchas gracias Javier por estar aquí un ratito con nosotros.
R.- Gracias a vosotras, ha sido un placer.
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