Cuando elegí El hombre invisible de H.G.Wells como mi siguiente lectura pensé que sería un libro denso y complejo, me embarqué en un momento en el que estaba preparada para ese tipo de novelas. Normalmente, visualizamos los clásicos de esa manera: la piscina fría a la que cuesta tirarse, como decía Javier Azpeitia con la escritura. Sin embargo, cuando leí las primeras hojas reconocí que en este caso me había equivocado. Es un libro que se lee rápidamente y es muy ameno. Nada que ver con los clásicos que acostumbramos a leer, casi parece una novela actual.
Lo entenderás al leer el primer párrafo de la novela:
«El desconocido llegó a pie desde la estación de ferrocarril de Bramblehurts cierto día invernal a primeros de febrero, abriéndose paso a través de un viento cortante y de espesos copos de nieve. Era la última nevada del año. Llevaba en la mano enfundada en gruesos guantes un pequeño maletín negro. Iba embozado desde la cabeza hasta los pies y el ala de su sombrero de fieltro escondía por completo su rostro, sin dejar al descubierto más que la reluciente punta de su nariz (…)».
Tampoco te voy a mentir diciendo que es un libro que me ha enamorado, no ha dejado en mí esa sensación de fascinación que seguro que ya conoces como lector. Pero es una buena lectura. Plantea un dilema moral interesante: ¿realmente sería una ventaja ser invisible?, también es a ratos divertida y en otros momentos repetitiva. En mi opinión, la primera parte de la novela es la mejor: la escena de un extraño desconocido llegando a un hotel en plena noche con una gran nevada es absolutamente maravillosa. Solo por esos primeros capítulos ya merece la pena su lectura. Luego decae un poco para convertirse en un libro más reflexivo y acaba con una representación cruda de la realidad.
¿Es el mejor clásico que vas a leer? No, pero merece la pena dedicarle un rato. Creo que plantea cuestiones muy interesantes, a la par que escenas curiosas, descabelladas y divertidas. Quién no ha soñado nunca con ser invisible y aprovecharse de esa situación. Eso mismo plantea el joven científico Jack Griffin que experimenta en carne propia lo que es, aunque no resulta ser tan bueno como parece.