Las luces se apagan. El escenario queda sumido en la oscuridad. Los espectadores se remueven en sus asientos. Un tintineo musical resuena en el ambiente y el telón se abre. Se pueden ver Milanas sobrevolando el cielo. Las luces se van encendiendo poco a poco, realizando un juego perfecto de luces y sombras. Una niña grita y se ven al fondo siluetas negras con hombres armados con escopetas. La primera persona que rompe el silencio es Azarías que dice: ¡Quia! ¡Quia!
Así empieza la primera obra de teatro adaptada de la novela de Miguel Delibes: Los santos inocentes. Una novedosa e impresionante versión teatral dirigida por Javier Hernández-Simón y guionizada junto con el escritor Fernando Marías. Desde abril hasta 2023 recorrerán todo el país con su versión teatral de este clásico de la literatura.
Es un orgullo para nosotros que pase por nuestra casa un artista como él, proveniente del mundo del teatro, y comparta con nosotros un poquito de su sabiduría y trabajo. Sin más, os dejamos con la maravillosa charla que tuvimos con Javier Hernández.
Libros:
- Adaptación teatral Los santos inocentes, de Miguel Delibes. Junto con el autor Fernando Marías.
ENTREVISTA EN AUDIO
ENTREVISTA TRANSCRITA
P.- (N.D.) ¿Qué significa para ti la literatura?
R.- Para mí la literatura no deja de ser la madre de todo aquello que amo y a lo que he dedicado mi vida, que es el teatro. Además por el tipo de teatro que hago, por la poética y la sensibilidad en la que me muevo, es un teatro que está muy basado en la literatura dramática en este caso. Entonces, soy un amante del análisis de los textos y de profundizar en los textos de los autores teatrales. Y la verdad es que para mí siempre ha sido un camino de libertad, de belleza, de conocimiento y un camino que seguimos recorriendo cada año.
P.- (A.D.) Antes de entrar en cuestiones más específicas dentro de tu trabajo, tú te dedicas a la dirección de escena en las obras de teatro. Para las personas que nos estén escuchando, para situarlas un poco, ¿qué hace un director de escena?
R.- Pues me alegra mucho que me hagas esta pregunta, porque es verdad que damos por hecho que se sabe el trabajo de un director de escena o una directora de escena y la verdad, por desgracia, en nuestro país hay un profundo desconocimiento de los oficios teatrales. Muchas veces se confunden con los cinematográficos.
En realidad, el director de escena, por lo menos en la acepción moderna desde mediados del siglo XIX, desde la aparición de los Meininger en Alemania. Que podríamos situar allí históricamente la acepción del director de escena como tal, porque labores ha habido siempre que ha habido teatro.
El trabajo es básicamente un trabajo de diseño en el que se establecen las líneas y los discursos que se van a poner en el escenario, aquello de lo que se quiere hablar a través del texto literario-dramático que se escoge. Y la ordenación de los diferentes planos de la significación: la iluminación, el vestuario, la escenografía, el movimiento escénico, el espacio sonoro… Toda la ordenación de esos signos escénicos para establecer un discurso escénico y contar a través de la representación un mensaje, un discurso. Y, por supuesto, entra también ahí todo el trabajo que es con la dirección de actores y lograr que los actores consigan las interpretaciones más adecuadas y mejores posibles.
Sobre todo la gran parte del trabajo tiene que ver con la concepción de la obra total y en el trabajo con los diferentes colaboradores: diseñadores, escenógrafos, iluminadores, etc. Es un trabajo completo. Muchas veces parece que es simplemente decir a los actores donde se tienen que poner y, sin embargo, al final una puesta en escena es como ordenar un puzzle para que dé la imagen que tu quieres que dé. Una imagen a la que llegas a través del estudio del texto que vas a poner en escena. Y un poco es ordenar esas piezas para que la imagen llegue de la forma más nítida y clara al espectador y espectadora.
P.- (A.D.) Claro, es que cuando entramos en el teatro estamos viendo directamente el primer plano de la obra y está todo preparado: esa iluminación, posiblemente esa música de fondo que ya introduce en la escena. Pero muy pocos piensan ¿qué hay detrás de todo ese trabajo?
R.- Sí, bueno, es un trabajo que para un iniciado es un trabajo un poco invisible. Parece que en algún lugar pone que la puesta en escena tiene que ser así y la verdad es que no. Es verdad que cuando vamos al teatro, podemos ir a ver Hamlet cinco, seis o siete veces, y vamos a ver un Hamlet cada vez diferente dependiendo de la visión del director/a que lo establezca.
Y cada cosa, cada movimiento, cada gesto, cada luz nueva, música o vestuario forma parte de un diseño, de una creación artística que hace el director de escena en colaboración con todos los diseñadores que están detrás del escenario y que están encima del escenario también. Porque el actor y la actriz son creadores que aportan ahí su talento y su creatividad.
P.- (A.D.) Y es increíble como cambia, aunque el resultado sea más o menos el mismo de la historia, cómo cambia la forma de una mente a otra.
R.- Absolutamente. El teatro es una de las artes más antiguas que hay y tiene unos niveles de abstracción gigantescos. Y verdaderamente a pesar de que el texto literario-dramático es él mismo, la obra es totalmente diferente de un creador u otro. Porque al final estamos hablando de piezas de creación. Es verdad que la madre de eso es el texto literario-dramático, pero luego en función del mundo que establecen los creadores que abordan una puesta en escena u otra lo diferencia.
Entonces, en realidad, hay un Hamlet escrito, pero hay millones de Hamlets posibles. Depende de la mente del creador/a que lo aborde. Y eso es lo maravilloso del teatro también.
P.- (N.D.) Sí, y eso se ve muy bien en Los santos inocentes, que es la primera adaptación teatral que se hace de esta novela de Delibes. Así que, la pregunta que más nos llama la atención es: ¿cómo fue ese proceso de pasarla de novela a guion teatral?
R.- Pues fue un proceso muy bonito. La verdad es que yo tuve la suerte de abordar la adaptación con el novelista Fernando Marías. Que, bueno, falleció el 6 de febrero y que ha sido una pérdida muy dolorosa para los que éramos sus amigos y para el mundo de la literatura.
P.- (A.D.) Que esté donde esté, habrá disfrutado del resultado. Lo hemos visto y nos ha encantado. Así que, seguro que estará disfrutando de todo lo que habéis creado juntos.
R.- Sí, él tenía mucha ilusión por este proyecto. La verdad es que estuvimos un año trabajando en pasarlo de novela a versión teatral. Cuando te enfrentas a una novela tan gigante como es Los santos inocentes, probablemente una de las mejores novelas españolas del siglo XX. Y me quedo corto al situarlo geográficamente en España, porque Delibes es uno de los grandes.
Cuando te encuentras con una novela tan perfecta y que además dentro del imaginario colectivo tiene tanta presencia, por la película también. Bueno, pues al principio te tiemblan las piernas, porque dices: «a algo que ya es tan redondo, que ya es tan perfecto, ¿cómo le vamos a meter mano?». Pero la propia dificultad, que es esa calidad de la obra, a su vez era la virtud, porque estas obras tan gigantes siempre te enseñan nuevos caminos para traducirlas a otro lenguaje. Y en seguida, Fernando y yo fuimos encontrando esos recovecos, esos lugares que igual en la novela no son explícitos sino que están más en elipsis o más implícitos en conversaciones que se mencionan, pero no se desarrollan.
Intentamos encontrar todas esas motivaciones, todos esos conflictos que tienen los personajes. Es una novela muy corta realmente Los santos inocentes, y Delibes no lo explicita, pero para pasarlo al lenguaje escénico, necesitábamos que se explicitara. Y fuimos encontrando caminos para traducir, tanto en estructura como en contenido.
Luego, Delibes es un gran aliado siempre, porque es un gran compositor de personajes y al final las obras de teatro tienen que ver con los personajes y los conflictos de los personajes. Y Delibes te regala un montón de personajes.
Igual lo más peculiar de la versión que hemos hecho es todo ese caleidoscopio de voces femeninas en la obra. Su propio silencio es muy significativo, pero que al traducir al teatro, queríamos que ese silencio se convirtiera en voz y también poder ver un poco ese mundo femenino que está alrededor de los personajes más icónicos, como Paco El Bajo, Azarías, el señorito Iván.
Entonces, fuimos encontrando esos caminos y la verdad es que fue un trabajo precioso, porque también lo hice con un compañero de trabajo que era precioso también.
P.- (N.D.) ¿Habías hecho ya algo de guion o es la primera vez que escribías algo así?
R.- No. Sí había trabajado en alguna ocasión, he hecho las dramaturgias que dirijo, pero generalmente siempre cuando se trata de obras de teatro en las que hay que hacer una pequeña versión o una adaptación, con Mariana Pineda lo hice y en algunas más.
Pero es verdad que cuando decidí hacer Los santos inocentes yo pensé que necesitaba la ayuda de un maestro de la palabra y ahí tuvimos la suerte de encontrar a Fernando Marías y fue un gran trabajo. Muy complementario, porque él venía del mundo de la literatura y yo del teatro y ahí encontramos un punto en común muy bonito. Pero al final yo tenía claro que para esta versión, yo necesitaba la colaboración de alguien que dominase la palabra como la dominaba Fernando de una forma tan especial como la dominaba Fernando.
P.- (A.D.) Una simbiosis preciosa.
R.- Sí, la verdad es que sí. Fue un viaje muy bonito.
P.- (A.D.) Bueno, nosotros normalmente entrevistamos a autores del género de terror. Es a lo que nos dedicamos, digamos. Y, bueno, a ver, en realidad yo creo que Los santos inocentes no deja de tener unos aspectos terroríficos, ¿no?
R.- Mucho más terroríficos que casi cualquier novela de terror. Es el terror de la vida cotidiana, es el terror de un mundo gobernado por la injusticia y por la opresión. Y terrorífico en un mundo en el que todavía vivimos. Igual no de una forma tan visible como lo hace Delibes. No de una forma tan evidente, pero seguimos viviendo en un mundo con desigualdad social y la diferencia entre el que tiene y el que no tiene, y el que somete y el sometido, están a la orden del día. Creo que a poco que miremos a nuestro alrededor vamos a encontrar. Y eso es terrorífico.
Delibes escribe en el 81 esta novela, estos son ya muchos años y seguimos un poco en lugares, no iguales, pero sí similares. Nos habla de una sociedad que debería asustarnos y sobre la que debería reflexionar un poco, la verdad. Porque personajes como el señorito Iván, que es uno de los grandes villanos de la literatura española, no es un personaje ficticio, no es un personaje que no nos podamos encontrar. No es un habitante de nuestras pesadillas, sino que es un habitante de nuestra realidad cotidiana y eso nos debería asustar mucho.
P.- (A.D.) En sí, me gusta decir, que España en toda su historia y ADN es terrorífica. Entonces, es complicado no encontrarse tanto en historias, como en novelas o en teatros, el terror. Bien no sea explícito, pero sí está ahí.
(N.D.) Yo creo que además lo trasladas muy bien a escena, porque la música en muchos momentos es muy terrorífica. El juego de sombras, las figuras, traslada muy bien ese terror social que están viviendo.
R.- Sí, estoy de acuerdo contigo en que España es terrorífica en su historia, pero como terrorífico es el mundo. La humanidad en su historia, si nos vamos a casi cualquier país nos vamos a encontrar barbaridades terribles y de ahí no nos salvamos ninguno.
Y sí es verdad que hay algo en la puesta en escena que procuraba contar esta opresión, esta tensión constante. Este camino hasta la oscuridad de los personajes. Y me encanta que hables de la música y de la luz, porque he contado en la música con Álvaro Renedo Cabeza que se basa para crear toda esa tensión en un instrumento como la Txalaparta, un instrumento muy atávico, muy dado a la tierra. Y he contado para la luz con uno de los grandes maestros de la iluminación teatral a nivel mundial que es Juan Gómez Cornejo, que ha logrado generar ese clima también de opresión, de tensión, de claustrofobia, de dramatismo y de terror, por supuesto.
P.- (N.D.) A mí una de las cosas que más me sorprendieron es que, es verdad que has dicho que es una novela pequeña, pero tiene muchos lapsos temporales y era muy difícil hacerlo. Y has conseguido yo creo que se entienda bastante bien cuándo estás cambiando, que a lo mejor pasan días o una semana, y era muy complicado.
(A.D.) Sí, sobre todo con ese toque, no recuerdo bien si era una campanilla, y era la transición.
R.- Sí, era la txalaparta. Ese sonido como de golpe de madera que no solo marca las transiciones temporales sino también las transiciones emocionales. En ese aspecto me centro mucho en como el señorito Iván va cargando más, porque las cosas no son como él quiere y no está acostumbrado a recibir noes. Cómo se va cargando toda esa temporalidad de tensión y nos va acercando hacia el desenlace final de la tragedia.
Sí que es verdad que fue complicado estructurar la línea narrativa para que en el escenario se entendiera mejor, porque es verdad que Delibes lo divide en varios libros donde los tiempos se simultanean y entonces ahí había cierta complicación. Pero, bueno, ahí entre Fernando y yo, la verdad es que fuimos… porque también la historia de Delibes se entiende perfectamente.
Además también era muy importante para nosotros el contar la historia. No hacer algo muy artístico y que la historia se perdiera, porque hay una materia prima en el texto de Delibes. Al que hemos procurado siempre ser muy leales y muy fieles con él. Y que estuviera muy presente todo el tiempo Don Miguel.
P.- (A.D.) Nosotros que hemos visto la película y leído la novela, y visto el teatro, nos hemos encontrado algo… Bueno, hemos visto el teatro y tenemos aquí el teatro también en papel, por supuesto. Y nos hemos encontrado que es muy fiel. Eso también nos ha gustado mucho.
R.- Bueno, lo primero agradeceros, porque lo de que Austral editara la versión para nosotros, para Fernando y para mí, nos hizo muchísima ilusión. Además, Austral ha hecho una edición preciosa y estamos muy contentos del resultado.
Y luego nosotros nos preguntábamos siempre esta idea de la honestidad hacia el autor original: ¿dónde está? Porque es verdad que siempre vas a tener que cambiar cosas, siempre vas a tener que añadir o quitar. Creo que la fidelidad sobre todo tiene que ver con lo que el autor quería contar y cómo quería contarlo.
Más allá de que este diálogo o aquel otro aparezca o se haga más foco en un aspecto o en otro. Ser fieles a lo que Delibes nos contaba y cómo nos lo contaba. Y en ese aspecto, creemos que la fidelidad tenía que ver con eso, más que en transcribir la novela. Que luego cuando transcribes realmente, si solo es una transcripción, no suele haber un buen resultado final. Pero la fidelidad tiene que ver con el mensaje, con lo que el autor nos quiere contar y la manera en la que nos quiere contar.
Delibes tiene ese lenguaje tan especial y la forma de estructurar las oraciones tan especial que tiene él. También hemos procurado ser respetuosos con eso, para que el espíritu del autor original esté todo el tiempo en las tablas.
P.- (A.D.) Una de las cosas que destaca en la novela de Delibes, Los santos inocentes, es que no te puedes olvidar de Azarías y su Milana. ¿Qué tiene este personaje para que se quede tan arraigado en la mente de la gente?
R.- Pues depende cómo lo mires. Porque yo creo que el Azarías de la novela es uno y el Azarías de la película es otro. Yo creo que una de las grandes diferencias entre la película y la novela tienen que ver con la concepción del personaje de Azarías. Donde en la película se nos muestra con una discapacidad severa, en realidad no está tan claro. Parece que es alguien ajeno a la realidad, pero no está tan claro que sea producto solo de una enfermedad.
Para mí el personaje de Azarías en la novela, y nosotros hemos trabajado única y exclusivamente con la novela, es un personaje que está tan conectado a la tierra, a lo atávico, a lo primigenio, conecta con ciertas leyes naturales con las que nos podemos identificar en seguida. Azarías, al final, es un personaje que no entiende eso de: yo tengo más, por lo tanto mando más. En su mente no tiene ningún sentido. Es una cosa incomprensible, es como esto de: hay que mantener limpio el campo, en el sentido de: no se puede dormir aquí, no se puede cagar allí… A ver, esto es el campo.
Pero de lo que sí entiende el personaje es de proteger a los indefensos, es de la ternura, es del cariño, es de las relaciones de tú a tú y de ver quién es la persona que tiene delante. Ver más allá de la apariencia, de lo que una persona posee o no. Lo que sí es capaz de ver es el alma de las personas que tiene enfrente.
Claro, ahí se nos compone un personaje que casi, yo siempre lo he dicho, tiene una dimensión mitológica. Tiene una dimensión de realismo mágico. O sea, Delibes es un autor realista, pero para mí también no lo es. Porque hay elementos de una magia cotidiana en los personajes de Delibes que a mí me sugerían una cosa que tenían que ver con casi el realismo mágico. Y creo que Azarías está ahí, pero de una forma compleja y abrupta. No es el típico personaje outsider que podemos ver igual en productos un poco más infantiles, como los de Disney o cosas así.
Delibes concibe este tipo de personaje pero desde un punto de vista complejo y en una fábula social compleja. Y de repente ahí nos encaja el puzzle en la cabeza y se convierte en un personaje referencial para los que hemos leído la novela y para los que han visto la película también. Más allá de lo que haga o no haga, de lo que recuerdes o no, es un personaje que nos conecta con los valores humanos más profundos y los valores casi nos convierten en humanos.
Y lo hace de una forma adulta, compleja y seria. Yo creo que ahí aparece uno de los grandísimos personajes de la historia de nuestra literatura. Pero es que además son personajes, todos los que aparecen en Los santos inocentes, que no solo son ellos mismos sino que también son el símbolo que representan. El señorito Iván no es solo el señorito Iván, sino que también es el símbolo de una sociedad o una forma de entender el mundo que representa este personaje.
Por eso, a mí siempre me pareció esencial entender esta dimensión simbólica de los personajes. Porque si no la entendemos así, al final de la novela con Azarías matando al señorito Iván nos haría entrar en una contradicción: si alguien tiene el derecho a quitarle la vida a otra persona, por muy mala persona que sea. Lo que pasa que dentro de la dimensión simbólica de esos personajes, nos encontramos a un personaje que de muchas maneras simboliza la libertad, asesinando a un personaje que simboliza la opresión y el totalitarismo.
De alguna forma, Delibes nos dice: hay que matar esa idea que representa el señorito Iván. No al señorito Iván como persona, sino a la idea que representa. Entonces, ahí la contradicción sobre la posibilidad de la pena de muerte o cosas así, desaparece y nos queda esta idea de: hasta que no asesinemos ciertas ideas, es difícil que el mundo avance.
P.- (N.D.) ¿Te costó encontrar a un actor que representara tan bien a ese Azarías, que con tanto cariño, yo creo, habéis reflejado en esta obra?
R.- Bueno, Luis Bermejo, que es el actor que representa el papel de Azarías llegó el último al reparto, porque es verdad que en principio lo iba a interpretar Ramón Barea. Pero Ramón al final por problemas personales no pudo acceder y apareció Luis. Y la verdad es que Luis ha hecho un trabajo fantástico, en el que yo creo que combina muy bien esta parte más mundana de Azarías con esa dimensión más mítica, más mitológica que tiene. Y logra generar esa ternura, pero también esa rebeldía ante la injusticia.
La verdad es que Luis Bermejo es uno de los grandes actores de nuestro país, tanto en cine como en teatro o en televisión, y además él siempre lo dice: es de familia extremeña, entonces, enraizaba mucho con sus orígenes, con sus antepasados. Ha hecho un trabajo precioso, la verdad. Nos costó llegar a Luis, pero una vez que llegó ya es imposible visualizar a cualquier otro.
P.- (N.D.) Nos quedamos fascinados con la interpretación de todos.
R.- Sí, es una obra muy coral. Además hemos tenido la suerte de tener un elenco extraordinario, con Javier Gutierrez, que hace un Paco El Bajo tan propio y que transmite tan bien todo lo que le pasa. Pero el resto del elenco: Pepa Pedroche, Jacobo Dicenta, Fernando Huesca, José Fernández, June Nogueiras, Marta Gómez…
De repente se conjugaron los astros para reunir un elenco con un nivel de talento extraordinario y además muy generosos en el trabajo. Porque siendo una obra coral, donde el protagonismo se reparte entre todos, hay un trabajo de muchísima generosidad y de mucho compromiso con contar esta historia. Para todos era un gran reto, poner por primera vez en la escala Los santos inocentes y yo estoy muy orgulloso del trabajo que han hecho.
Además, función a función van creciendo, haciendo personajes más profundos, con más matices y la verdad es que creo que es un placer para cualquiera ver a estos nueve animales escénicos sobre las tablas. La verdad es que para mí en ese aspecto es un acontecimiento interpretativo que merece la pena.
P.- (N.D.) ¿Hasta cuándo vais a estar con la obra?
R.- Estrenamos en abril en el teatro Calderón de Valladolid y terminaremos con la obra allá por junio de 2023. Las últimas funciones son en Ejido, pero antes de eso estaremos un mes en Madrid en las naves del Matadero, que ayer se presentó la temporada. Y, bueno, tenemos una gira de 96 funciones por toda España.
Vamos a estar todo lo que queda de 2022 y la primera parte de 2023 todos los fines de semana recorriendo España entera. También es un gusto que tenga tan buena recepción, que vaya a haber tantas funciones y que la gente pueda ver el trabajo que hemos hecho. Eso es un placer inmenso.
P.- (A.D.) Hablando ya de la figura del dramaturgo, se habla poco, bastante poco de los dramaturgos y ya bastante menos de lo que se publica, y se vende.
R.- Lo primero es de justicia decir que yo no soy dramaturgo. Es verdad que he hecho la versión junto con Fernando, pero no tengo ni el conocimiento, ni el talento, ni la maestría de los dramaturgos/as que hay hoy en día en nuestro país, y que hoy en día tenemos el privilegio de que haya una nueva generación de dramaturgos/as verdaderamente excepcional.
Y es verdad que el teatro siempre es difícil de leer. El teatro en su última concepción está diseñado para que se vea y sea representado. Pero la literatura dramática también tiene un valor en sí, y creo que se debería apoyar aún más todo este talento que tenemos en España. Se las ven y se las desean no solo para sobrevivir, sino para publicar, estrenar…, y creo que es una pena. Está muy bien hacer a los autores clásicos o legendarios y debe ser así, debe seguir habiendo Lope de Vega, Calderon, Lorca y Valle Inclán en nuestros escenarios. Pero no podemos dejar de lado ni en el mundo del teatro, ni tampoco en el mundo del sistema educativo, los nuevos valores de la dramaturgia española que están, en muchos casos, siendo absolutamente aplaudidos en el resto de Europa.
Que a veces en España les cuesta llegar a final de mes y eso es una pena. Creo que en todos los aspectos del sector teatral necesitaríamos una revisitación de la legislación vigente y sobre cómo abordar y cómo proteger la cultura de los artistas. Pasa lo mismo en el mundo de la narrativa. Es muy difícil, hay mucha competencia.
Y creo que hay que proteger el talento nacional. Hay que apoyar, sea literatura dramática o sea una literatura más de narrativa. El talento es talento y hay que protegerlo. Además, estamos en un momento en el que empiezan a surgir muchos dramaturgos y sobre todo también muchas dramaturgas excepcionales y creo que el apoyo es absolutamente necesario por parte de las instituciones públicas.
Está muy bien, yo qué sé, La vida es sueño en la escuela, e igual hay que hacerlo, no lo sé.
P.- (A.D.) Yo me enamoré de la literatura con La vida es sueño.
R.- Mira qué buen gusto (risas).
Pero empiezan a aparecer en los sistemas educativos autores/as actuales, porque para el adolescente a veces es más fácil conectar, porque está más conectado a su realidad. Y creo que hay que echar un ojo a eso, hay que hacer una revisitación, porque sino nos quedamos estancados en lugares que igual no están conectando del todo con las nuevas generaciones. Igual para enamorarse de La vida es sueño, primero hay que enamorarse de algo que esté un poquito más cerca. Y creo que ahí estamos fallando.
Le estamos haciendo un flaco favor a toda la literatura, dramática y narrativa, porque hay que ponerlo fácil. Al final, las nuevas generaciones que tienen todas estas opciones tecnológicas de ocio, claro, coger un libro y ponerse a leer, pues no está siendo lo más habitual y creo que es una realidad que hay que afrontar. Pero hay que ponerlo un poquito más fácil, hay que diagnosticar qué está pasando, por qué las nuevas generaciones ya no cogen un libro. «Oye, me aburro, me cojo un libro». No, ahora es: «oye, me aburro, me cojo Instagram y miro vídeos».
Entonces, hay que diagnosticar qué está pasando y poner soluciones y facilitar que un mundo tan gigantesco y tan inconmensurable como la literatura, que abre tantos caminos en la mente. Porque somos lenguaje en nuestra mente y porque leyendo estructuramos pensamientos, generamos pensamiento crítico y pensamiento propio.
No podemos pasar por alto que se está dejando de leer, que las nuevas generaciones no están conectando con la literatura. Y no están conectando porque no les estamos ayudando en nada a conectar. Creo que ahí hay que hacer una revisión de lo que está pasando y lo que son las soluciones, porque no se puede perder la literatura. No se puede perder que la gente joven lea, porque entonces estamos condenados a un mundo sin gente con pensamiento propio, sin pensamiento crítico y sin discurso.
P.- (A.D.) Si estamos hablando de terror, sería mucho más terrorífico.
R.- Efectivamente.
Como esta novela Fahrenheit 451. Hay muchas formas de quemar los libros y a veces no es con fuego. Creo que estamos quemando los libros. Estamos construyendo una sociedad donde los libros están siendo quemados y sus autores también. Y debemos estar alerta con esto.
P.- (A.D.) Y, bueno, Fahrenheit es una historia ficticia. Pero la quema de libros desgraciadamente ya la hubo, las hay hoy en día, desgraciadamente, y no nos podemos permitir eso.
R.- Lo que pasa es que, fíjate, si mañana alguien en una plaza hiciera una hoguera con un montón de libros sería primera plana en todos los periódicos y todo el mundo lo criticaría. Lo que pasa es que es lo que está pasando. La forma en que estamos alejando a la juventud de la literatura es una quema de libros mucho más sutil, mucho menos evidente, pero mucho más peligrosa y mucho más difícil de contrarrestar.
P.- (A.D.) Podríamos decir que sería una quema de libros digital.
R.- Totalmente. Nos están absorbiendo un poco el seso las redes sociales. Hay que reflexionar mucho sobre este mundo digital que estamos creando, que parece que va por libre del resto del mundo y está absorbiendo muchas mentes. Bueno, veremos las consecuencias de eso.
P.- (N.D.) Ya que estamos hablando de esto. Has dicho que te serviste de una persona que se dedicaba a la literatura para poder hacer ese proceso de novela a teatro, pero ¿por qué lo publicasteis en libro?
R.- Estábamos ahí en el trabajo y la verdad es que empezamos a estar muy contentos con el resultado y en un momento dado Fernando dice: «oye, esto habría que publicarlo. Esto habría que mirar si tiene cabida en una publicación.» Además, conocía el mundo editorial evidentemente. Yo no tenía ni idea, a mí me parecía todo eso como imposible. Y en cuanto se lo propusimos a Austral se entusiasmó con la idea.
Además fue una cosa muy rápida, dijeron que sí muy rápido. Verdaderamente para mí fue impactante. Y yo estoy muy satisfecho. Al final, lo importante es lo que hemos llevado a escena, pero la obra teatral en sí es algo efímero. Dentro de un año va a dejar de existir para siempre. Quedará algún vídeo de lo que hicimos, pero no es lo mismo. Lo que ocurre en el escenario, entre el espectáculo y espectadora, eso ya nunca más sucederá. Eso de la magia y el drama del teatro, que es muy efímero. No quedará para la historia. Y así debe ser, porque es algo que tiene que ver con el momento.
Pero sí que quedará este libro, esta versión que hicimos Fernando y yo. También me hace mucha ilusión, mucho más ahora que Fernando no está. Y, bueno, ahí queda para el que dentro de no sé cuántos años quiera llevar al escenario Los santos inocentes. Ahí tiene la posibilidad de lo que hicimos nosotros por si le interesa, o por si quiere hacer otra cosa, pues genial también.
Pero Fernando habló de esta posibilidad, él exploró esos caminos y la verdad es que fue una maravilla.
P.- (A.D.) Pues sí, las ideas fluyen, pero las letras perduran y perduran.
R.- Exactamente
P.- (A.D.) ¿De qué salud goza el teatro en España?
R.- El teatro siempre goza de mala salud, es así. Se dice que el teatro siempre está en crisis y es verdad. A veces se dice tanto que parece broma, pero es verdad que está en crisis. No sé si las últimas estadísticas hablan de que un 80 o 90% del sector está en paro, que no llega a final de mes trabajando solo de la interpretación o del teatro. Eso es un dato terrorífico que ningún otro sector podría soportar.
Bueno, goza de muy mala salud porque faltan herramientas para que goce de mejor salud. Porque de lo que sí goza de buena salud es la asistencia del público. El público sí va al teatro. El público de todas las edades va al teatro. Y en ese aspecto es muy esperanzador. Ahora lo que toca es que España se modernice en su gestión cultural y en la protección de su cultura, y se ponga al nivel de los demás países europeos en cómo está legislado, como está protegida la cultura. Porque los espectadores/as vienen a vernos. Ahora necesitamos las herramientas administrativas para poder generar unas estructuras más sólidas.
Verdaderamente la pandemia lo que ha traído es por una parte, una cosa muy bonita que ha sido que la gente, después de esos meses horribles de confinamiento y de estar todo el rato pegados a una pantalla por los diferidos. También la gente ha tenido la necesidad de volver a las salas de teatro para encontrarse, porque no deja de ser una acto de comunidad y de reunión. Lo que nos impedía el coronavirus era esto, reunirnos. El teatro es el arte de la reunión claramente.
Y ha sido muy bonito ese reencuentro con el público, y cómo a pesar de todo, el público seguía viniendo a las salas, con sus mascarillas. Se ha hecho un gran esfuerzo en las compañías y en los teatros, porque eran lugares de máxima seguridad. Pero, por otro lado, la pandemia también ha demostrado que tenemos unas estructuras muy endebles y que los soplos de viento, y sobre todo si son de esta magnitud, hacen que muchas compañías desaparezcan, que muchos profesionales vivan en la precariedad y en ese aspecto, igual que hablaba de la vida de la literatura, es que no nos podemos permitir que la cultura sea algo tan frágil.
Ahí necesitamos herramientas y voluntad política para que la cultura sea verdaderamente una marca de nuestro país. Hay hombres y mujeres con un talento tan grande en todas las ramas artísticas de nuestro país, que verdaderamente está muy bien que el fútbol sea una alabado, pero creo que podemos vender al exterior cosas mucho más interesantes y más profundas, como es la cultura y el arte.
P.- (A.D.) Por favor, que España es la creadora de la novela. Tenemos que también sacar pecho de todo.
R.- Pero es que fíjate, es muy claro. Shakespeare, 40 obras de teatro. Lope de Vega escribió mil y pico, Calderon, Tirso de Molina. Sin embargo, ¿de quién se habla? de Shakespeare. ¿Qué tiene que envidiar La vida es sueño a Hamlet? Nada, absolutamente nada.
Cuidado, Shakespeare es maravilloso, eh. No digo que no. Pero no hay nada que envidiar. El siglo de oro español es una cosa que no se ha vuelto a dar en la historia de la humanidad. Pero los ingleses lo han sabido vender y nosotros pues no. Para nosotros es como: esos que hablaban raro. Todo el capital que tenemos cultural, intelectual, como que no sabemos venderlo o no sabemos exponerlo. No le damos la importancia que tiene. Y es terrible.
P.- (A.D.) Sí, voy a dar el pasaje visual: es como un grano que no termina de explotar. Quizá es un poco asqueroso, pero para que todo esté en la cabeza.
R.- La imagen es bastante… (risas) Pero sí, es algo que está ahí y que dices: pero con esto algo habrá que hacer, ¿no? Tenemos todo este patrimonio, vamos a sacarle rendimiento. Que hay mucho rendimiento. Pero parece ser que no. Ahora un poco más que antes, pero nos cuesta mucho y no debería ser así.
P.- (A.D.) Tenemos la esperanza, todos los que nos dedicamos en cierta medida a las letras, al arte, de que esto vaya avanzando, aunque sea poco a poco, pero vaya evolucionando y mejorando. Y que podamos dormir un poquito más tranquilos.
R.- Pues sí, ojalá sea así. Para eso estamos trabajando al final todos. Para eso hacemos esta entrevista, para eso le dedicamos tiempo, a no sé, a divulgar, aclarar, a que la gente se interese. Porque si la gente se interesa, debería interesarse la administración.
Entonces, bueno, sigamos peleando.
P.- (N.D.) Pues mira, ya aprovecho que hablamos de la cultura española, porque has trabajado en clásicos muy distintos. Has hablado de Shakespeare, pero también de Lorca. ¿Qué tienen los clásicos literarios que te han llamado tanto la atención para llevarlos al teatro?
R.- Mira, yo siempre pienso que una obra de teatro, una de las grandes. Es un ecosistema vivo que evoluciona a la vez que evoluciona la sociedad. Entonces, siempre pongo el mismo ejemplo: cuando Lope de Vega escribe Fuenteovejuna, lo hace con la idea de contarnos que el mejor sistema político posible era la monarquía absolutista frente al sistema feudal. Y, entonces, por ejemplo, nos hablaba del honor, cuando violan en la obra a Laurencia, nos habla del honor del padre de Laurencia, no de ella. Estamos en el siglo XVI y se lee así.
Sin embargo, el mismo texto, en el siglo XXI es imposible no leerlo desde un punto de vista de perspectiva de género. Lope de Vega no sabía nada de perspectiva de género, no existía. Pero la obra es tan grande, que evoluciona a la vez que evolucionamos nosotros como sociedad. Y es imposible no leer Fuenteovejuda desde la perspectiva de género. Las grandes obras clásicas evolucionan con nosotros, hablan del alma humana en profundidad; y el alma humana siempre es la misma. Va a cambiar la sociedad, pero los problemas, los conflictos que tenemos, las contradicciones que tenemos, son siempre las mismas. Y además si la obra es tan buena, como estos genios, es que van a aparecer conflictos según las épocas cambian, es un ecosistema tan vivo, que, claro, a mí es algo que me parece prodigioso.
He ido cumpliendo años y de repente me conmueve sentir que formas parte de una familia que empezó allá por el siglo V antes de cristo con Esquilo, Sófocles y Aristófanes. Nos vamos contando las mismas historias, porque seguimos necesitando las mismas historias. Seguimos necesitando reflexionar sobre las mismas cosas: sobre quiénes somos, sobre quiénes fuimos, sobre quiénes queremos ser. Y los grandes clásicos tienen eso. Que a mí me parece algo cercano a la magia. Que una obra que se escribió hace 400 años o 2.000 años siga conectando con espectadores/as hoy en día. Siga conmoviéndoles, siga haciéndoles reflexionar. Me parece lo más cercano a la existencia de Dios.
P.- (N.D.) Bueno, y aunque ya nos has dicho que queda mucho de Los santos inocentes, porque está hasta el año que viene, habrá alguna obra clásica o no que a lo mejor tienes en mente y que te gustaría algún día llevar a escena.
R.- Yo soy un enamorado de Lorca y uno de mis sueños siempre ha sido poner en escena Bodas de sangre. Es una obra que me fascina y que creo que se puede leer de muchas maneras diferentes y sobre la que he estudiado mucho y analizo mucho. Es ese gran sueño, vamos a decir.
Y también hay otra obra de Shakespeare con la que siempre he conectado mucho que es Romeo y Julieta, y que también algún día me gustaría poder llevar al escenario.
Esos son dos sueños que tengo. Ojalá algún día se cumplan, pero es verdad que uno tiene esas obras que dice: esto querría hacerlo. Lo que pasa que luego te llegan obras para dirigir, que en principio no están en ese repertorio mágico y cuando empiezas a trabajar en ellas y a profundizar en ellas se convierten en indispensables para ti. Entonces, también tengo la calma de decir: sé que llegue lo que llegue, va a ser algo en lo que voy a poder también encontrarme y encontrar una visión del mundo que dar. Y encontrarme a mí mismo, que al final es lo que hacemos los directores: encontrarte a ti mismo en los problemas de la obra para explicárselo a la gente y explicarte a ti mismo de alguna manera.
P.- (A.D.) Encontrar la voz propia.
R.- Eso es, esa es la palabra.
P.- (N.D.) Qué maravilla. Hoy hemos tenido la oportunidad de conectar con la literatura de una forma distinta a como la conocemos, y yo creo que es muy interesante.
R.- Sí, es que al final lo del teatro siempre es como algo raro. Pero ya os digo que la madre de eso es la literatura y forma parte de la literatura de otra manera. Tiene tantos caminos. Al final, todo es literatura, porque cuando hablamos de cine y de televisión eso está hecho a partir de un guion. Que nos cuenta un cuento, unas historias y unos personajes, y luego lo podemos traducir al escenario, a la imagen. Pero al principio es la palabra.
Creo que la Biblia empieza así, ¿no? Pues es por algo. Le doy mucha importancia al valor de la palabra tanto en el escenario como en la vida .Y ahora hablando de la religión en este aspecto, bueno, está toda esa tradición judía del golem. Y la palabra de Dios como una palabra generadora de pensamiento y de vida. Al final, está englobado en ese mundo espiritual, pero si lo sacamos de ese lugar religioso, lo que queda es la palabra. Que es lo que nos convierte en humanos y lo que nos ayuda a generar las sociedades, las comunicación, la empatía y el pensamiento. Es a partir de la palabra en que empezamos a hacer preguntas, evolucionar como sociedad y como individuos. La palabra en todas sus formas sea bienvenida en todos los recovecos de nuestras vidas.
P.- (N.D.) Vamos a ir acabando la entrevista. Te ha llegado un paquete…Esto es como la película cadena de favores, pero literaria. Vamos entregando a cada entrevistado el libro elegido por el anterior escritor. Así que, bueno, abrélo.
R.- Qué nervios (risas).
P.- (N.D.) Javier Peña, Agnes.
R.- Qué maravilla. No lo conozco, pero en estos días lo voy a conocer en profundidad.
P.- (N.D.) Nuestra última pregunta siempre es: ¿qué libro tuyo quieres que regalemos al siguiente entrevistado? En tu caso, suponemos que no has escrito ninguno más que Los santos inocentes…
R.- Yo no, pero Fernando Marías, sí. Y en ese aspecto la recomendación, el libro que quiero mandar al siguiente escritor, es la última novela de Fernando Marías: Arde este libro. Es el último viaje que hizo Fernando y la verdad es que es una novela espléndida, muy emocionante, muy dolorosa y quizá sí hay que leerla con un subrayador al lado, porque en cada página hay una de las gotas de sabiduría que destilaba Fernando. Y la verdad es que es un libro que todo el mundo debería leer, porque todo el mundo va a aprender muchas cosas de este libro.
P.- (N.D.) Un detalle precioso. Seguro que el siguiente lo valorará muchísimo y, de todas formas, también enviaremos Los santos inocentes para que tenga los dos libros.
(A.D.) Javier, ha sido un placer.
R.- El placer ha sido todo mío. La verdad es que he pasado un rato estupendo y muchas gracias por esta entrevista y por esta charla tan agradable. Nada, aquí me tenéis para lo que necesitéis.