LA ÚLTIMA CURVA
RELATO DE AXEL DROJAN
Regresaban después de tener el día más largo de sus vidas. El viaje a Tenerife había sido genial. Mikel había conocido las islas, su clima, la gastronomía… Estaba fascinado por todas las experiencias que había vivido. Iba conduciendo mientras que Mara y Paola hablaban sobre el viaje. El sueño ya estaba empezando a hacer mella, por lo que pensó que lo mejor sería buscar algún hotel pequeño a la entrada de algún pueblo y pasar la noche. El vuelo no fue muy largo, pero casi no habían dormido para aprovechar el último día al máximo.
Al decírselo a sus amigas, ellas respondieron con que era muy buena idea. Por lo que Mikel cogió la primera salida que encontró en dirección al pueblo más cercano. La carretera estaba en la total oscuridad. La luna llena iluminaba lo justo para que no se saliera de su carril. Mara le dijo que redujera la velocidad; Paola dijo lo contrario. Comenzaron a debatir sobre lo que debía hacer.
A unos pocos kilómetros llegaron a un cruce. Si giraban a la izquierda volverían a entrar en la autovía, y si seguían recto deberían llegar a Cabeza Abajo, que estaba a ochenta kilómetros más. Parados en la línea del stop, se miraron y decidieron continuar hasta el pueblo. Eran las cuatro de la madrugada y estaban muy cansados.
Cuando quedaban pocos kilómetros para llegar al pueblo, entraron en una zona marcada como peligrosa. En un pequeño cartel de tráfico, Mikel leyó la imagen en la que avisaba de curvas peligrosas. Los tres estuvieron lo más atentos que pudieron, pero, minutos después, Paola se quedó dormida. Al cabo de unos diez minutos, que se hicieron eternos, llegaron al final del tramo peligroso. De repente, una voz dulce dijo:
—Tened cuidado, chicos… En la siguiente curva fue donde me maté…
Paola se despertó de golpe y ambos miraron hacia el asiento de atrás… Cuando Mikel miró hacia delante, se encontró con una curva muy cerrada, de soslayo vio que la velocidad máxima estaba en cuarenta, cuando vio el cuentakilómetros, hizo una mueca de terror. Intentó corregir la velocidad, pero no pudo girar a tiempo: el coche volcó y dio varias vueltas de campana. Pocos segundos después oyó un leve tintineo acercándose hacia ellos. La misma voz que habían oído les dijo:
—Te lo avisé… Aquí me maté y aquí moriréis —dijo con unas carcajadas macabras y profundas.