El pequeño Elzie vivía en Chester, Illiois, una ciudad constituida hacía apenas 100 años antes. Así que, aunque crecía poco a poco, aún se conocían los vecinos entre sí. Uno de los más sonados por aquella época en el barrio de Elzie era Frank. O he de decir «Rocky», como era conocido. El caso es que Frank/Rocky era toda una leyenda, no solo por su aspecto (que sin duda marcaría al personaje de cómic), sino por ser un gran luchador. Bueno, lo de las espinacas digamos que se parecía más a una botella de alcohol. Está claro que ese matiz era mejor obviarlo en las historietas.

Frank era un tipo muy curioso. Se decía de él que fuma pipa constantemente, así que hablaba por un lado de la boca. Eso le hacía tener una disposición del rostro diferente, con un ojo más cerrado y con más arrugas en esa parte de la cara. Pero si lo combinamos con una mandíbula prominente, una barbilla sobresaliente, que probablemente le faltasen algunos dientes, sino todos, y que se cuenta que uno de sus ojos estaba deformado (no se sabe bien por qué motivo), sin duda su rostro era peculiar y divertido. Casi convertido en un personaje de cómic de carne y hueso. Además, era alto y fuerte.
A pesar de su aspecto y de su mal genio, era un hombre muy amable con los niños. Se enfadaba mucho si alguno de los chiquillos del barrio se veía amenazado o increpado por algún adulto. Además, los pequeños siempre estaban dispuestos a escuchar sus hazañas y a creerlas, lo que les convertía en sus espectadores perfectos.
Las malas lenguas decían que era marinero y boxeador, aunque la verdad es que no está del todo claro. Lo que sí es cierto es que trabajó en una taberna. Eso le valió muchas peleas, algo a lo que no le hacía ningún asco. Le encantaba luchar a puñetazos, seguramente envalentonado por alguna copa. Lo más extraño es que (o al menos eso afirma todo el mundo) nunca perdía ni una sola pelea. De ahí su nombre: Rocky. Algunos vecinos decían que podría haber sido un gran luchador. Siempre estaba dispuesto a luchar y siempre ganaba. Era todo una leyenda. Pero ¿quién era ese hombre?

No se sabe mucho de Frank, o al menos no les ha interesado difundirlo para no emponzoñar la visión del personaje de Popeye, tan famoso en la ciudad. Lo que se sabe de él es que era un inmigrante polaco que se trasladó con sus padres cuando era un crío a EEUU. Era un tipo duro, pero de buen corazón.
Elzie era uno de esos niños que visitaba a su vecino para escuchar sus historias de combate. Les hacía una verdadera representación, pegando puños al aire. Los niños se quedaban impresionados por sus músculos. Una de estas veces, Elzie escuchó la historia de un hombre mucho más grande que Frank (el que posiblemente sería Brutus, o Bluto, que es el nombre original), la pelea fue épica. Pero, como siempre, Rocky salió victorioso.
Aquel extraño personaje se quedaría en la mente de Elzie para siempre. Lo tomó como un pequeño personaje de su primera tira cómica. No era el centro de atención, pero todos los lectores se fijaron en él. Es curioso que saliera victorioso también de esa hazaña, convirtiéndose más tarde en el protagonista de las tiras y en el personaje más icónico de este dibujante. En la vida real o en la ficción, Popeye acaparó todas las miradas.

Los años treinta fueron el punto álgido de este personaje, el cual pasó de tocar una gallina mágica que le daba poderes a tomarse botes y botes de espinacas. Conquistó las pantallas de miles de familias, convirtiéndose en serie de dibujos animados y aun hoy se siguen haciendo episodios, aunque con algo de polémica, pues han cambiado cosas míticas como la pipa.
Su creador Elzie C. Segar falleció con tan solo 43 años por leucemia. Frank, sin embargo, duró unos cuantos años más y pudo ver el gran éxito de un personaje que se inspiró en él.
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